sábado, 26 de julio de 2008

Sentí la necesidad de rasgarme las ropas, que brillaban en un amanecer de rubí, que contaba segundos en campos sintácticos buscando aquel que aulla perdido, en su cuarto de alambres y aluminio, no soporto a eso que sonríen malcriad amente a la vista de la ninfas aburridas y semi muertas, no se cansan de leer los mismos libros que no cobijan flores en sus hojas sino solo esas palmeras, esas que están hay.
Que tabaco malo me dijo al oído, el campesino, me di la vuelta y le escupí platino, me agradeció y se fue con su baile pagano, en esos momentos empezaban a sonar un coro de horribles voces que abrieron la tierra, mientras unos gusanos de madera se arrastraban por la tierra y se astillaban e iban padeciendo. Desde el fondo volvía el campesino, corriendo, se sentó a mi lado y empezó a comer lo gusanos, sus dientes comenzaron a crujir hasta desarmarse, me mira y me ofrece acompañarlo, me negué, cuando quise caminar me di cuanta que mis pies se habían quedado fundidos con el suelo, de repente me vi desnudo siendo parte de la tierra, en ese momento una nube de moscas volaba y defecaba en mi cara, al vajar mi rostro vi al campesino inmóvil, con los ojos color verde musgo y ya sin dientes, las moscas se diseminaron dejando ver otra vez el rubí en su esplendor, al ver tal belleza incongruente me envalentone y decidí morir estoicamente, así que cruce mis brazos y espere su llegada, el tiempo pasaba minuto horas días meses y yo solo quería que el aburrimiento me matara, porque nada ocurría y el campesino a mi lado yacía muerto hacia tiempo, lo bueno es que su olor era a comida o lo malo porque no comía hace tiempo pero mi cuerpo tampoco decía basta

1 comentario:

Flor Arias dijo...

Es increíble encontrar cosas como la suya, es genial lo escrito, una descripción horrorosamente hermosa, no sé si llego a interpretarla, pero si la admire y la leí varias veces.
Saludos